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lunes, 28 de febrero de 2011

The Grammys 2011: Ready to start.

Una noche en la que la codicia, las corbatas, el desprecio por el arte como arte y el amor por el mismo como comercio termina con una banda independiente cantando: “The businessmen they drink my blood, like the kids at art school said they would….”

Por: Alejandro Marín

Periodista musical  
Arcade Fire se ha llevado el premio más importante en una ceremonia que subió y bajó como una montaña rusa. Acertados los premios para el ambiente Nashvillero que necesitaba saciar su sed de poder discográfico con una preciosa canción llamada NEED YOU NOW. Lady Antebellum sorprendió y alimentó las esperanzas de la música pop-country norteamericana por segundo año consecutivo.
A Jay-Z lo dejaron sin su premio por EMPIRE STATE OF MIND y Rihanna demostró nuevamente por qué lo suyo son los videos, no las presentaciones en vivo. Skylar Grey, diamante en bruto firmado por Alex Da Kid hace unos meses y coequipera de Eminem en “Love The Way You Lie” brilló con su voz.
Katy Perry, ese precioso espejismo de pop, volvió a rayar en la lobería y es la idolatría de todos los salones de fiestas de quince años en Chapinero. La sentadita en el columpio fue de lo peor de la noche.
Cee-Lio Cruz Green cantó tan mal su perfecta canción FUCK YOU o FORGET YOU, que Gwyneth Paltrow alcanzó a demostrar que en vivo, Chris Martin le ha enseñado unos cuantos trucos.
Bruno Mars demostró que el doo wop sobrepasa los límites de la edad, y puede aún convertir un espíritu clásico en un ganador legítimo. La cadena CBS aumentó la experiencia al volver al blanco-y-negro por unos minutos, mientras el crooner, BoB y Janelle Monae acompañaron a Mars y a sus hooligans a recuperar el buen espíritu del soul.
Christina Aguilera fue opacada por las tremendas voces de Jennifer Hudson y Florence Welch en un homenaje a Aretha que brilló por la ausencia de la súper estrella del soul, indiscutiblemente una voz que no superaremos por mucho tiempo a venir.
Muse no defraudó y se llevó un GRAMMY muy merecido. Bellamy parece no desafinar jamás.
Miranda Lambert me puso a dormir. Hillary Scott de Lady Antebellum me puso a soñar. Y también un poco a dormir.
Grandes guitarras de Keith Urban y John Mayer acompañaron a Norah Jones en la que a mi me pareció una bonita versión de JOLENE de Dolly Parton, aunque Manolo Bellón aseguró en su twitter que fue lo peor de la noche.
Y se llevó todos los elogios Mick Jagger, quien a sus 67 años de edad, hizo ver a Justin Bieber como un viejito y a Usher, camino a la clínica, a por su marcapasos. La mejor presentación de la noche, un homenaje sentido al gigante Solomon Burke.
Mumford & Sons, The Avett Brothers y Bob Dylan tocaron al ritmo del buen bluegrass, ese género olvidado entre la bulla del auto-tune, la gritería indie, el country-pop y la insoportable parsimonia de Barbra Streisand y sus canciones “de antaño”, un capricho enterrado en las vísceras de la Academia, que demostró que aún prefiere lo viejo. Para la muestra, el premio a Esperanza Spalding como “nuevo artista”, un resabio más de los miembros amantes del buen jazz - que siempre entregan primero sus votos -, de la misma manera que sucedió hace unos años con el sosísimo y aburridor “The Joni Letters” de Herbie Hancock.
Una noche para celebrar que los independientes pueden meterse en el mainstream, hacer la tarea bien, más allá de la música, para recibir un premio merecido por el talento no solamente de aquellos que lo hicieron, sino de los que lo mercadearon, de los que lo pusieron al frente de las grandes maquinarias de promoción de las grandes casas disqueras.

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